Cuando cojo el teléfono adivino al instante que se trata de ella. Es una llamada que llevo tiempo esperando.
– ¿Javier?
– ¿Sí?
– ¿Me reconoces?
– Y tanto, Luisa. ¿Cómo estás?
-Bien.
– Bueno me alegro.
– ¿Sabes por qué te llamo, no?
-Eh, me lo imagino … ¿Te casas?
– Algo así. Nos vamos a vivir juntos, Paco y yo.
Me quedo por un instante algo cortado pero antes de que se note mi contrariedad reacciono a tiempo y le digo que me alegro. Sé que mi tono me traiciona así que intento arreglarlo de la mejor forma posible.
– No, en serio. Me alegro un montón por ti.
– Gracias, Javier. Bueno, pues te queríamos invitar a nuestra fiesta de despedida de soltera. ¿Qué te parece?
– No sé Luisa. ¿Tú crees que …?
– Sí hombre. No te preocupes. ¿Por qué lo dices? Vendrán unas amigas mías con las que creo que podrás olvidarte de todo. Te lo pasarás increíble. Venga, Javier. No te hagas de rogar.
– Bueno yo es que no quisiera molestar…
– No digas sandeces Javi. Mira es una despedida en barco. Está todo superorganizado. Verás. Vas a flipar.
– Si tú lo dices… Pero yo, es que en los barcos, algo me mareo …
– En estos no Javier que está todo muy controlado y tienen una estabilidad a prueba de tsunamis, tío.
Su poder de persuasión siempre fue lo que más me gustó de ella. Lástima que los chistes de ese tal Paco le hiciesen más gracia que los míos. ¡Qué detalle! Ha pensado en mí y hasta me traerá a algunas de sus mejores amigas. La vida sigue. ¡Vuelvo a navegar!
– Allí estaré.
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