Hacía años que no se veían, Óscar los había presentado años atrás en las fiestas del pueblo. Rafael aún se acordaba de lo bien que se lo había pasado aquel verano, en esa aldea del interior en la que normalmente no ocurría nada, pero que con motivo del Patrón y la vuelta de los emigrantes para celebrarlo, se transformaba dando lugar a todo un centro de diversión. Su compañero de trabajo Óscar, cuyos padres eran oriundos del lugar, le había invitado y allí estaba Marcos, su amigo del pueblo de toda la vida.
Rafael y Marcos se cayeron muy bien desde el primer momento, compartieron muchas risas y copas, pero tras las fiestas perdieron el contacto. Hoy se ven en el puerto, a punto de embarcar en ese barco en el que van a celebrar la despedida de soltero de su amigo, de esa persona que les unió hace años y hoy lo vuelve a hacer. Un abrazo, “¿Qué tal todo?”, “Bien, ¿y a ti cómo te va?”. Vuelven las copas y las risas de hace años, las confesiones se mezclan con las fotografías. “Estoy viviendo con mi novia desde hace un par de meses”, ¡clik! “Yo lo dejé con la mía hace menos de una semana”, ¡clik! “Pues nosotros tenemos una compañera guapísima, ¿a qué sí Óscar?, otro clik.
Tras la promesa de no volver a perder el contacto por nada del mundo, se escucha un ¡viva el novio!, que seguro retumba hasta el otro lado del océano. Sobre el mar y luego en tierra, a través de las redes sociales y en la memoria de cada asistente, siempre perdurará el recuerdo de esa marinera despedida de soltero.
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